+ Al participar en la “II Marcha Nacional por la Paz, y en favor de la Mujer y de la Vida” reconocemos y expresamos públicamente que la vida humana tiene un valor absoluto, es valiosa por sí misma, independientemente de las circunstancias en que se encuentre la persona.
Las ejecuciones y asesinatos perpetrados en días pasados duelen y oprimen a toda persona que no ha perdido su humanidad. Expresamos a sus familiares, y a los familiares de quienes han sido víctimas de las violencias, nuestro dolor e indignación por la grave injusticia que han sufrido. Durante la marcha pedimos a Dios el eterno descanso para sus seres queridos, y el consuelo y sanación para sus familiares y amigos.
El sentir de gran parte de la sociedad es “Ya basta de todo esto”. Todos tenemos claro que el derecho fundamental del ser humano es el derecho a la vida, pues sin este derecho no se puede concretizar ningún otro. Por ello, el respeto a la vida, el cuidar de ella, es el primer imperativo ético de la persona humana hacia sí misma y hacia los demás. Esto ha de estar profundamente arraigado en la conciencia de cada uno. Para que sea posible nuestro vivir humano de cada día necesitamos la seguridad de que nadie atentará contra nuestra vida: cada uno hemos de dar esa seguridad a toda persona que se cruce con nosotros, y es grave responsabilidad de la Autoridad el garantizar a todos el respeto de este derecho. Ante un crimen o delito, llegar al conocimiento de la verdad y restablecer el orden de justicia que ha sido violentado, procurar la restauración del daño en la medida de lo posible, asegurar que la persona que cometió el crimen o delito no vuelva a cometerlo, y tenga la posibilidad de “readaptación”. Para lograrlo cuenta con la fuerza pública, que ha de ejercer conforme a derecho y en el respeto de la dignidad que nunca pierde una persona. No se trata de eliminar a quien cometió un crimen, sino de no siga haciendo daño y tenga la oportunidad de readaptarse.
2+ La vida, derecho fundamental de todo ser humano. ¿Cuándo empezamos a vivir? Desde la ciencia aparece muy claro que empezamos a vivir desde el momento en que fuimos concebidos. Cada uno puede decir: “Desde recién concebido empecé a ser yo”.
En la concepción, el óvulo de la mujer y el espermatozoide del varón se unen para formar una nueva célula, que es un organismo nuevo y diferente, con un código genético único y una organización que le permite desarrollarse por completo, autoconstruirse, crecer en volumen e ir formando órganos con funciones especializadas que interactúan ordenadamente entre sí. Su desarrollo es gradual, continuo e ininterrumpido, marcado por el genoma humano, y una vez comenzado ese proceso no puede ser frenado sino por la muerte. Se trata de un nuevo ser individual, no de una parte del organismo de la madre, con plena capacidad de desarrollarse, estando en un medio adecuado, desde esa etapa unicelular hasta la gran complejidad de la persona adulta. Desde la concepción hasta la vejez somos el mismo individuo, la misma persona, que se va desarrollando mientras la muerte no interrumpa nuestro desarrollo. Todos los seres humanos que existimos hemos iniciado nuestro vivir siendo un cigoto.
Si juzgamos que no ha de defenderse la vida de ese ser humano, porque es todavía muy pequeño, difícilmente puede defenderse derecho humano alguno. Si por pequeño se le puede quitar la vida a alguien, entonces es la ley del más fuerte la impera, no el derecho y la justicia.
3+ Hacia la mujer. El aborto es una fuerte agresión también contra la mujer que está embarazada. Muchas veces lo sufre porque nadie la apoya en la situación en que se encuentra. En esos casos las víctimas del aborto son: su hijo y ella. Hay un tercero que es responsable y que muchas veces para nada es tomado en cuenta: el hombre con quien concibió a su hijos. Si fue una relación voluntaria de los dos, la responsabilidad es también de él. Al poner libremente un acto somos responsables de aquello que deriva de ese acto. Y si fue una relación violentada, una violación, entonces ese hombre ha cometido un delito muy grave que debe perseguirse. Si la violación se deja impune, se expone a la sociedad a la conducta delincuencial de esa persona, no se hace justicia ni a la mujer violada ni al niño concebido. Aquí ha de ser firmemente apoyada la mamá para que pueda dar a luz al hijo que ha concebido.
“La sola razón, nos dice el Papa, es suficiente para reconocer el valor inviolable de cualquier vida humana, pero si además miramos desde la fe, ‘toda violación de la dignidad personal grita venganza delante de Dios y se configura como una ofensa al Creador del hombre’. Precisamente porque es una cuestión que hace a la coherencia interna de nuestro mensaje sobre el valor de la persona humana, no debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión… Quiero ser completamente honesto al respecto. Este no es un asunto sujeto a supuestas reformas o modernizaciones. No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana”.