
En este mes la Iglesia nos hace escuchar con especial intensidad, la palabra del Señor Jesús que nos envía a llevar a todos los pueblos, la Buena Nueva del Evangelio, que es el mismo Jesús, su persona, su palabra, su vida. Esta misión la tenemos por ser sus discípulos. Nos dice el Papa: “En virtud del Bautismo recibido cada miembro del pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero”.
En su mensaje de este año, el Papa Francisco nos invita a detenernos en tres expresiones que son como un resumen de los tres fundamentos de nuestra vida y misión como discípulos de Jesús: «Para que sean mis testigos», «hasta los confines de la tierra» y «el Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza». Ahora miremos la primera: “Para que sean mis testigos”, que “es el corazón de la enseñanza de Jesús a los discípulos en vista de su misión en el mundo”.
+ ”Para que sean mis testigos”. Es Jesús quien nos llama y nos envía. Es una gracia suya. Esto nos hace pensar en tres cosas: primero, nadie va a la misión por su cuenta o por su propia iniciativa. somos llamados y enviados “en la Iglesia y bajo el mandato de la Iglesia”. La misión ha de realizarse en comunión con la Iglesia, “No se trata de un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial”. Segundo, la misión no es una carga para el discípulo, sino una fuente de alegría. Se nos ha concedido experimentar el amor de Dios e incluso compartirlo. Tercero, la misión es para “ser testigos”. No se trata sólo de dar un testimonio, sino de ser testigos. No consiste sólo en hacer cosas para llevar el Evangelio, que cada uno estamos llamado a ser evangelio de Cristo. Ser buena noticia para los demás. Siendo testigos de Jesús Resucitado que nos trae la paz, llena de alegría nuestra vida y nos hace un don para los demás.
Es un hecho que hoy todavía mucha gente no conoce a Jesucristo. Muchos no han oído hablar de Él y quizá muchos más solo han oído hablar de Él. Un gran riesgo de nuestros días es sufrir una tristeza hecha de vacío y de cerrazón individualista, que tiene su raíz en un corazón cerrado, que nos hace girar en torno al propio yo, y nos deja cada vez más solos y vacíos. Vivir nuestro ser misionero es llevar a todo mundo la fuente de alegría, el manantial de vida, que el Señor quiere que esté en el interior de cada hombre y de cada mujer, sin excluir a nadie. «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría» (E. G. 1).
No podemos pensar que la evangelización, la misión de llevar la Buena Nueva del Evangelio, sea tarea sólo de los cristianos más preparados. “Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia, y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador y no sería correcto pensar en un esquema de evangelización realizado solo por personas muy cualificadas, mientras el resto del Pueblo de Dios fuera solo receptivo de lo que ellos realizan”. “Todo cristiano, nos dice el Papa, es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús”. Para convencernos recordemos a aquellos primeros discípulos de quienes nos habla el Evangelio de San Juan. Luego de pasar una tarde con Jesús, llevaron a sus hermanos la alegre noticia: “Hemos encontrado al Mesías”. Recordemos a la mujer samaritana que después de dialogar con Jesús junto al brocal del pozo de Jacob, fue corriendo a su pueblo a decir a la gente: “vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho, ¿No será el Mesías?”.
Todos estamos llamados a dar a los demás el testimonio del amor de Dios, que más allá de nuestras limitaciones, imperfecciones y tropiezos, nos ofrece su cercanía, su Palabra, su fuerza y le da un sentido a nuestra vida. Tenemos conciencia clara de que nuestra vida, a pesar de todos nuestros pesares, no sería la misma si no tuviéramos a Jesús, si no nos hubiéramos encontrado con Él. El Papa nos dice: “eso que has descubierto, eso que te ayuda a vivir y que te da esperanza, eso es lo que necesitas comunicar a los demás. Nuestra imperfección no deber ser una excusa para no evangelizar, al contrario, la misión de llevar a los demás la Buena Noticia del Evangelio es un estímulo para no quedarnos en la mediocridad y para seguir creciendo en nuestra fidelidad al Señor”.